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Mi nombre es Olegario Hernández Paniagua tengo 28 años y hace tres meses, como cientos de emprendedores en México, tuve que cerrar mi negocio por la pandemia, un antro situado en Av. La Paz #2133 en la zona centro de Guadalajara. Estoy segura de que el sudor del entrenamiento, los abrazos y las carcajadas ayudarán a sanar mis dolores de cuarentena, pero sé también que la preocupación, el temor y la angustia vividos podrían tener secuelas en un largo plazo. Trabajo para una organización de la sociedad civil con presencia en numerosos países y recientemente nos informaron que mil 500 personas van a ser despedidas en distintas zonas gracias a la crisis económica causada por la pandemia. La preocupación de perder el trabajo asimismo se siente con fuerza en el cuerpo, la siento como un vacío en el pecho, como si mi caja torácica fuera un abismo que cualquier ocasión me succionará el corazón, el hígado, los pulmones, todo. Después de un par de días que se sintieron como una semana, mi hermana me llamó para avisarme que el resultado era negativo. Lloré como no lo había hecho en mucho tiempo.
Me llama la atención agradablemente haber llegado aquí. Llevaba más de diez años deprimida y comenzaba a preguntarme qué iba a llevar a cabo con ello. Recuerdo que ese día gocé las plantas, los colores, las voces de mis amigos, de Geo y de Abril, y las nubes grises desde lo alto del mirador de Zacualpan. Pero volviendo a mi problema inicial, debo decir que en estas semanas de confinamiento he hablado con gente que en una situación normal tenía uno o un par de años sin entender nada de su vida. En ocasiones me dió un gusto espectacular, por el hecho de que claro que recuerdo de aquella vez que fuimos a la playa, Paty, y nos reímos hasta el momento en que que se nos salieron las lágrimas, de qué forma no.
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Pero sé que no vamos a regresar pronto a la misma forma de vida como la conocíamos antes. Pero asimismo concentramos en el aquí y el ahora. Yo considero que mi familia está bien, que no se han enfermado y eso ya es bastante. Me tocó ofrecerle acompañamiento a un tolerante que dieron de alta en el hospital. Estaba solo en su casa por el hecho de que su familia contrajo el virus y todos estaban hospitalizados en distintas instituciones. Estos días he vivido una historia de angustia y miedo.
Desde pequeño viví faltas, por eso es que hoy gozaba como absolutamente nadie de mi mejor momento económico y profesional, el cual comenzó ya hace un par de años. El COVID-19 me dio un duro golpe, que no solo me quitó un modo de vida al que ya estaba muy acostumbrado, sino me regresó a una realidad que olvidé que existía. Hace un año, por temas laborales, bebía y festejaba en un lujoso hotel de Miami. Hoy, en cambio, estoy en el hogar con mis padres, en Ecatepec, Estado de México y sin un empleo. No tenía ropa lista para el día del examen, por el confinamiento no pude salir a comprar. Vivo en Localidad de México, pero me vine a pasar la cuarentena en casa de mis papás, a Querétaro, entonces tampoco tengo toda mi ropa.
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Hace 10 años salí de la carrera de Literatura Dramática y Teatro y no había tenido la valentía para perseguir mi sueño. Claro, el miedo está ahí; siempre y en todo momento está ahí.
Estuve en las labores en el multifamiliar de Tlalpan que colapsó el 19 de septiembre de 2017. Rescatamos sobrevivientes, pero asimismo cuerpos sin vida. Fueron jornadas sin parar, sin comer, sin reposar porque lo importante era sacar a la gente que seguía en los escombros. Si ellos resistían con vida, no podíamos detenernos. Por su parte, los mayores discuten en el patio quién va a cocinar; Jesús y Eduín están completados para colorear y finalizar de construir el cuarto nuevo para familias.
Ahora ya no estoy haciendo trabajos de salve pero sigo pensando en la posibilidad de volver, pero más preparado, con nuevas formas de aportar, de ahí que estudio una licenciatura en Elementos Humanos, y ahora estoy por terminar. Deseo después hacer una maestría en protección civil.
Le he pedido que me narre, en un audio, un día típico en la Unidad de Cuidados Intensivos para pacientes con COVID-19. Silencios extendidos y risas breves. Ahí me la vivía yo, en el restaurant… Vivía, tiempo pasado, pues en este momento estoy en mi casa, la vivienda de . Y tuvo usted suerte de encontrarme aquí, por el hecho de que allá me la vivía; ahora llevo cinco o seis semanas aquí, en la casa de , desde finales de marzo.
Entonces se nos ocurrió hacer una más mona, o un modelo que es gorra y visera, que ese nadie lo tenía. Sacamos una versión súper económica y a los pequeños, les trazaba el personaje que quisieran, lo imprimíamos y se lo pegábamos en la careta.
- Pero soy de la gente que siempre y en todo momento tiene fe, y todos entendemos que un día nos marchamos a fallecer.
- Según estaban sanitizando, pero fumigaban como si fuera para dengue o batallar las chinches.
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Créditos & citaciones.
Autor: Equipo de redacción, antonio1095 antonio1095.
Fecha de publicación: octubre 14, 2020.
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